Project Description
NOMBRE COMPLETO DEL PROYECTO: PABELLÓN POLIDEPORTIVO DE GARRUCHA, Almería. España
SUPERFICIE CONSTRUIDA: CENTRO DE SALUD TIPO II: 5594 M2
FOTOGRAFIAS: JESÚS GRANADA
Garrucha es una pequeña población de tradición pesquera ahora enfocada al turismo. Estrangulada por los municipios de Vera al Norte y Mojacar al sur, su única posibilidad de expansión es hacia el oeste, a la espalda del núcleo urbano. Un crecimiento que colonizará con residencial la falda de la colina que sustenta a la ciudad actual, e inundará progresivamente el llano hasta donde alcance el horizonte. En esta planicie, se proyecta, anexa a la carretera ALP-118, una bolsa de suelo que contendrá equipamientos deportivos (campo de futbol, pabellón polideportivo y piscina municipal), educativos (Colegio) y el Parque de las Palmeras (proyecto de Solid arquitectura. Álvaro Soto y Javier Maroto).
Si bien el solar destinado a pabellón deportivo era muy apetecible por el entorno “equipamental” y los “no condicionantes” normativos, la autoreferencia arquitectónica – urbanística (algo a lo que aferrarse, o que originara -in situ- la chispa del desarrollo de la propuesta) era absolutamente nula. La única fuente proyectual posible era el “package” de los 33.500 metros cúbicos exigidos en el programa funcional.
La decisión fue importar un argumento autóctono del territorio próximo mutado a las necesidades del proyecto. Colonizar al modus operandi del “Objeto Invernadero” un trozo del territorio: irrumpir por sorpresa el lugar con la simple extrusión de sus límites y empaquetado de un espacio de aire.
Tomamos la referencia de los característicos invernaderos de Almería. Estos realizados con unos medios mínimos a base de perfiles de acero y piel de plástico, componen una estructura desnuda de piel y huesos, y en su interior crean una atmosfera de luz amortiguada y uniforme, implantando así un espacio de aire delimitado del exterior por una simple piel de plástico. La transparencia controlada por los plásticos genera un espacio fluido y sin sombras, y la retícula homogénea de pilares la encontramos reflejada en la trama neutra de pilares de acero basada en la estética del “Less is more” de Mies van der Rohe. Podríamos decir que el espacio del invernadero es la antesala del espacio envolvente que habitamos en la ciudad en su estado esencial.
El espacio líquido se caracteriza por su fluencia, continuidad y viscosidad actuando de filtro entre nosotros y el mundo de los fenómenos. El espacio interior de un invernadero es un “espacio fluido supercrítico”. Algunos gases al someterlos a una presión y temperatura determinadas alcanzan un punto crítico en el cual sus propiedades de fase líquida y gaseosa se hacen tan similares, que resultan indistinguibles. En estas condiciones, se mantiene la apariencia líquida, pero con una importante propiedad del gas: la falta de viscosidad. En el invernadero las condiciones de luz uniforme, temperatura, humedad y cantidad de oxigeno y dióxido de carbono te introducen en un espacio continuo y homogéneo, liquido y vaporoso al mismo tiempo, que ha perdido su viscosidad para crear un nuevo espacio ingrávido, donde la sensación es de estar flotando, el tiempo deja de tener importancia y las cosas han perdido totalmente su peso.
Trasladamos esta concepción al pabellón generando una burbuja de aire limitada por una doble piel de policarbonato que se extiende por paredes y cubierta. Este muro equipado ventila de forma natural mediante rasgaduras en la piel para acondicionar térmicamente el interior sin necesidad de climatización artificial, además de alojar en su cámara toda la estructura metálica y las instalaciones electricas y de iluminación, evacuación de agua, extinción…, con espacio sufiente que garantiza su mantenimiento. El resultado, un espacio interior de luz uniforme, sin sombras, que permite practicar deporte con luz natural la mayor parte del día.
Un zócalo de hormigón sobre pilotes contiene todo el programa necesario, vestuarios, almacenes, gimnasio y squash, mientras el volumen translucido de plástico apoya sobre este para delimitar el espacio ocupado por la pista deportiva y acceso de público. Como antesala al pabellón una plaza elevada que da paso al espacio público de conexión con la ciudad.
Los cortavientos de cañas de madera, que suelen usarse para delimitar los lados más expuestos al viento en los invernaderos, son reinterpretados y utilizados como utillaje que envuelve y protege la rampa de acceso a la burbuja plástica. Este paso emerge como artefacto postizo al pabellón, anexado lateralmente y apoyado mediante una secuencia de perfiles verticales en acero de sección estricta.
Durante el día el volumen se interpreta como una caja de colores con ciertos reflejos del entorno, según el punto de vista, gracias a la disposición de la cara de color en la parte interna del policarbonato exterior, lo que aporta un cierto efecto de profundidad a la piel. Con la puesta de sol, la gama de color empleada (magenta, verde-agua, azul cálido e intenso) desmaterializan el volumen al camuflarse con la tonalidad del cielo. El interior queda iluminado uniformemente por paredes y cubierta, evitando referencias directas al exterior. Durante los eventos nocturnos la piel se ilumina con diferentes grados de intensidad creando una luminaria gigante que alumbra las plazas exteriores y actúa como referencia en el entorno.
¿Es posible que el ideal del espacio homogéneo, transparente y fluido del movimiento moderno este reflejado en un sencillo invernadero?